por rufino hernando

fiesta del ramo

el ramo en los pueblos de castilla

El origen de la fiesta de la Candelaria se remonta a los primeros años del cristianismo. Según la ley de Moisés, toda mujer que paría un varón debía ir al templo a los cuarenta días del parto a purificarse, hecho que dio en llamarse “salir a misa de parida”. Esta tradición, que se mantuvo en nuestro pueblo durante años, queda reflejada en una de las estrofas que se cantan el dos de febrero, día de La Candelaria, aproximadamente unos cuarenta días después del parto de La Virgen y que dice así: 

Día de la Candelaria/ el segundo de febrero/ sale a misa de parida/ la Madre del Rey del cielo.

En el pueblo, las parturientas también salían a misa de parida. Era costumbre que se bautizara al recién nacido a los pocos días del alumbramiento, quizá porque las posibilidades de que sobreviviera no eran muchas en aquellos tiempos; pero la madre no solía ir al bautizo, sino que permanecía en casa los cuarenta días preceptivos hasta que salía para ir a la iglesia, a la misa de parida.

Autor del vídeo: Bruno Coca Arenas

 

La fiesta es un complejo contexto, donde tiene lugar una intensa interacción social, un conjunto de actividades y de rituales, y una profusa transmisión de mensajes, algunos de ellos, transcendentes; otros, no tanto, y un desempeño de roles peculiares que no se ejerce en ningún otro momento de la vida comunitaria, y ,todo ello, parece ser susceptible de una carga afectiva, de una tonalidad emocional, de forma que las gentes y su acción social parecen encontrarse en, y crear, un ambiente inconfundible, el “ambiente de fiesta”.

fiesta de la candelaria

Es, precisamente en este contexto en el que se incardina la fiesta de la Candelaria, que en muchos sitios se llama fiesta de la Purificación y que va derivando  con el paso del tiempo hacia la fiesta del ramo tal y como la vivimos hoy, quizá entroncada con esas fiestas que en Castilla conmemoran el fin del invierno y la incipiente llegada de la primavera. El ramo se canta en casi todos los pueblos de la sierra y del valle, con unas letras muy parecidas. En Horcajo, lo cantaban las mozas, entre cuatro y seis y nunca más, como refleja la letra de una de las canciones: cuatro doncellas venimos/vestidas de castidad/para pedirle a María/ que nos ayude a cantar.

Entre todas las mozas se ponían de acuerdo para determinar quiénes cantarían cada año y las elegidas amasaban el pan para hacer las roscas que adornarían el árbol. El pueblo donaba la harina y el pan se amasaba en cualquiera de las casas que tuviera horno, que entonces eran casi todas. Cantaron el ramo muchas de las bisabuelas y abuelas de las que lo cantan hoy, cuando eran unas mozas de poco más de veinte años: tía Tomasa, tía Elisa, tía Alejandra, tía Petra, tía Agapita, tía Goya… Y las abuelas y bisabuelas de estas. Cantaban ataviadas con los pesados manteos de piqué y los mantones y pañuelos de colores porque aquel y no otro era su traje de fiesta. 

la letra de las canciones

La letra de las canciones se había ido trasmitiendo de madres a hijas en la más pura esencia de la tradición oral, como se trasmitieron los romances, los cuentos y muchas canciones y leyendas que ahora pertenecen a ese patrimonio inmaterial que se va perdiendo a medida que nos van dejando los únicos que las conocen. En esas letras, verdadero tesoro que refleja una manera de vivir antes de los cambios del último siglo, se canta a La Virgen, pero también se canta al mozo que porta el ramo; se solicita licencia para cantar y también se canta al sacerdote y a los asistentes.

RECUPERACIÓN EN LOS ÚLTIMOS AÑOS

En el verano del año 2000, El Ramo en Horcajo se recupera por iniciativa de las mujeres que lo cantan. Estas mujeres, algunas ya tristemente desaparecidas, se proponen recuperar una tradición que habían ido conservando sus antepasadas durante años y años; y nunca agradeceremos bastante esta iniciativa. Así, un caluroso agosto de ese año 2000, los tranquilos habitantes de este bello pueblo nos vimos sorprendidos por el sonido de la gaita y por la aparición de unas mujeres que, vestidas con los pesados y coloridos manteos de antes y arropadas con unos vistosos pañuelos, se dirigían en procesión a la iglesia con el objetivo de cantar el ramo.

Que fuera en agosto no nos sorprendió porque no puede ser en otra fecha. Cantaron y disfrutamos y en ciertos momentos, a alguno de los asistentes se le escapó una lágrima furtiva.

Y nos sentimos orgullosos; porque ha sido el tesón y la voluntad de estas mujeres que nos cantan hoy y el empeño y el recuerdo de las que nos cantaron ayer lo que ha hecho que una tradición centenaria no se haya perdido para siempre. Muchas gracias.