por rufino hernando

arquitectura
gredos norte

La vivienda serrana

Muchas veces, cuando llegamos a ciertos pueblos de Ávila, sólo vemos un racimo de casas abigarradas que se amontonan como si necesitaran sujetarse unas en otras. Pero si nos adentramos por sus callejuelas, si nos fijamos en las paredes,

si miramos las pequeñas ventanas pobremente enrejadas, si reparamos en los tejados, entonces conoceremos algo de lo que ha sido la arquitectura popular en la sierra de Gredos, especialmente en los llamados pueblos de la solana del valle de El Tormes.

Construcción en familia

Años ha, en el pueblo, cuando alguien se hacía una casa, no eran sólo los albañiles los que trabajaban. Todos los miembros de la familia colaboraban: unos habían hecho previamente los adobes, otros sacaban el escombro y traían los materiales, el hombre arrancaba los calabones (piornos) y los picaba para las bardas; y otros, a veces los mismos, extraían la arcilla con grandes azadones y hacían de peones con los albañiles que colocaban las piedras. Incluso los niños arreaban los burros cargados con el escombro que salía de los cimientos.

Los ingredientes: granito, adobe, calabones y madera

La casa serrana en estos pueblos es de piedra en su parte externa y de adobe en el interior. La piedra suele ser granito tosco en los paramentos verticales y en los machones de las puertas.   

El adobe es una especie de ladrillo de barro y paja que se fabrica en el mismo pueblo arrancando la excelente tierra negra de La Aljondiguilla, mezclándola con paja y agua y metiendo este barro en un recipiente de madera abierto por arriba y por abajo, para que adquiera forma prismática antes de tenderlo al sol durante horas para que se endurezca. El adobe se conserva inalterable si no se moja.

Sólo a partir de los años sesenta se pulen las piedras esquineras y, dependiendo de las posibilidades económicas del amo, las del dintel y las jambas de las puertas y ventanas, que hasta entonces estaban formadas por gruesas tozas de madera apenas debastada.

la construcción

Paredes de piedra, tabiques de adobe y ventanas pequeñas

La construcción se comienza con la cimentación y, poco a poco, se van levantando las paredes de piedra con el barro como única argamasa. En estas paredes se pueden ver aún los huecos donde se alojaron los postes que sirvieron para sujetar los andamios de palos y escoba que los albañiles levantaron a la vez que la pared. A medida que se van colocando las piedras, se forman las ventanas, pocas y pequeñas, como requiere un clima tan frío como el del pueblo. Cuando se alcanza una altura considerable, los operarios se valen de una garrucha (carrucha, la llaman ellos) sobre la que gira una gruesa soga de esparto que se enrolla en un elemental torno de madera que hace las veces de grúa.

El tejado se sustenta sobre gruesas vigas de álamo o de roble, siendo de especial importancia a la de la cumbrera, mucho más gruesa que las otras, sobre las que se forma un entramado de palos más delgados encima de  los que se coloca mimosamente la barda. Sobre esta barda se ponen las tejas, unas sobre otras, sin ningún tipo de agarre. En las que bordean el tejado se colocan piedras de cierto peso, una por cada canal, para evitar que el viento las levante.

Distribución interior y jalbiegue

Por dentro, la casa serrana está distribuida en espacios cuyos tabiques son de adobes que rellenan unos cuarteles geométricos formados por postes verticales de madera de álamo toscamente pulida, unidos por fuertes clavos de herrero.  Las paredes interiores se lucen con cal, que los albañiles apagan previamente.  Esta cal se mezcla con arcilla, los aldeanos la llaman ardilla, y es el revestimiento sobre el que se distribuye el jalbiegue, especie de pintura formada con tierra blanca que las mujeres extienden con un trozo de piel de oveja que aún conserva la lana y que llaman pelleja.

La cocina y la chimenea como actores principales

La distribución interior suele ser muy similar en todas las casas serranas: un amplio espacio para la cocina en cuya techumbre se deja un hueco grande delimitado por la burra – una viga enorme- para configurar la chimenea que aparece atravesada por un palo del que cuelgan las llares. Muchas casas alojan allí el horno, aunque no todas  disponen de este elemento. En la entrada está el mediocasa y en la trasera, la sala, que suele albergar en la parte más profunda dos alcobas sin luz en las están las camas. Además, se suele aprovechar algún espacio pequeño para el cuarto de la chiche.

Espacio para el “sobrao”

Las casas serranas suelen ser de dos plantas, doblándose con cuartones y madera de álamo hasta que apareció el pino. La planta superior suele ser diáfana dedicándose toda ella a lo que los aldeanos llaman sobrado, que se utiliza para guardar el grano y las herramientas. A dicha planta se accede por una escalera de madera que parte del mediocasa y que se cierra con una puerta ciega para evitar el frío. La puerta de entrada es de dos hojas horizontales que se usan como si fueran dos puertas: la de arriba, siempre abierta para que entre la luz, y la de abajo, siempre cerrada para que no entren los animales. En esta puerta de abajo se situa la jornilla, un agujero redondo para permitir el paso de los gatos.

Casi todas las casas tienen en la parte de delante un corral que puede tener un trozo cubierto con una buena capa de escobas que mantienen seco y abrigado el espacio. En el pueblo llaman tinaos, a estos corrales y  en otros pueblos de la zona  los denominan tenadas. Se trata de un espacio que se usa para todo: puede guardar el ganado, si hace falta, la leña, los aperos de labranza, las herramientas… Y cuando el tiempo lo permite, es el lugar ideal para calentarse al sol, descansar un rato o echar un trago con el vecino.